<p>En sólo 12 meses, la <strong>Patria Grande</strong> se la juega en las Américas. Las elecciones en <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/bolivia.html» target=»_blank»>Bolivia</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/chile.html» target=»_blank»>Chile</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/honduras.html» target=»_blank»>Honduras</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/colombia.html» target=»_blank»>Colombia</a> (en los cuatro países gobierna la izquierda), <strong>Costa Rica</strong> y <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/peru.html» target=»_blank»>Perú</a> (con victoria inicial de un partido marxista-leninista aliado de la causa, pero que cayó tras fracasar su autogolpe de Estado) marcarán el destino de la <strong>segunda marea rosa</strong> en un continente seducido en parte por los populismos y con la irrupción del tridente <strong>Trump</strong> / <strong>Bukele</strong> / <strong>Milei</strong> como nuevo factor a tener en cuenta.</p>
Los dos candidatos conservadores son los favoritos para pasar a la segunda vuelta
En sólo 12 meses, la Patria Grande se la juega en las Américas. Las elecciones en Bolivia, Chile, Honduras, Colombia (en los cuatro países gobierna la izquierda), Costa Rica y Perú (con victoria inicial de un partido marxista-leninista aliado de la causa, pero que cayó tras fracasar su autogolpe de Estado) marcarán el destino de la segunda marea rosa en un continente seducido en parte por los populismos y con la irrupción del tridente Trump / Bukele / Milei como nuevo factor a tener en cuenta.
De momento, el primer reto para el bloque de izquierdistas, revolucionarios y populistas tendrá lugar el domingo en Bolivia, hasta ahora una plaza casi segura gracias a la fortaleza de la revolución indígena y la popularidad de Evo Morales. Dos décadas en el poder sólo interrumpidas por el año de la opositora Jeanine Áñez al frente del país.
Dos décadas que acabarán en pocas semanas. Al menos eso aseguran todas las encuestas, que dan como favoritos a dos opositores conservadores para pasar a la segunda vuelta, programada para octubre si en la primera ninguno de los dos llega al 50% de los votos o al 40% con ventaja de 10 puntos sobre el segundo.
El duelo cerrado entre el ex presidente Jorge Tuto Quiroga y el empresario Samuel Doria, con distancias mínimas en todos los sondeos, se prolongará dos meses más, aunque las urnas señalarán el domingo al principal favorito. Ideológicamente, los candidatos de la Alianza Libre y de Alianza Unidad se sitúan entre la derecha y el centro.
Lo más llamativo es que ambos formaron parte de la alianza opositora que buscó durante meses sin demasiado ahínco un candidato único. Las desavenencias y los errores de casi siempre lo impidieron, pero entre ambos se sitúan por encima del 40%, con una diferencia de más de 13 puntos sobre el trío perseguidor, en el que también figuran dos opositores de peso: el ex militar Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, y Rodrigo Paz, hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora.
Alineado con la nueva tendencia continental, Reyes lo dejó claro desde el primer momento: «Los mejores presidentes han sido alcaldes, si no vean a Bukele», dijo. El segundo, situado en el centroizquierda y abanderado del Partido Demócrata Cristiano, ha realizado una buena campaña que le ha llevado a encabezar al grupo de tres.
La gran decepción de la campaña la protagoniza Andrónico Rodríguez, uno de los grandes favoritos y llamado a suceder a Morales y a Arce al frente del Movimiento Al Socialismo. El joven presidente del Senado, que como Evo es dirigente cocalero, pretendía reverdecer los viejos laureles de la revolución indígena. Pero la guerra fratricida entre Morales y Arce y el derrumbe socioeconómico producido a lo largo de la legislatura han sepultado sus opciones.
Una mala campaña ha hecho el resto. Ya casi nadie cree en su comando electoral que Andrónico protagonice una remontada histórica, sobre todo porque tiene en su contra a Morales, líder indígena y uno de los dinosaurios políticos del continente. Evo ha protagonizado un sórdido desafío al Estado, desde bloqueos de carreteras a amenazas de golpe de Estado, para ser de nuevo candidato presidencial, pese a que lo impide la Constitución.
La última maniobra de Morales, que ha forzado la creación del partido Evo Pueblo, es medirse en las urnas a su manera: con votos nulos. Entre indecisos, abstencionistas y los seguidores de Morales, los expertos electorales calculan que el 30% de los votos no están decantados, por lo que algunos sueñan con la remontada.
Algo que jamás abundará en beneficio del candidato gubernamental, el ex ministro Eduardo del Castillo, con en torno al 2% de intención de voto. Del Castillo fue la mano derecha de Arce durante cinco años, lo que también le señala como culpable de la crisis del pueblo boliviano.
Esa es precisamente la clave que ha situado a la revolución indígena, gran aliada de las revoluciones de Venezuela y Cuba, en el disparadero electoral. Todo indica que el país andino enfrenta el punto final de una era política iniciada en paralelo al milagro económico de principios de siglo, cuando las nacionalizaciones energéticas arrancaron a Bolivia de las garras de la pobreza.
La economía se derrumbó cuando se agotaron los pozos gasíferos y cuando desaparecieron las inversiones energéticas. El gasto público se disparó precisamente en manos del ministro de Economía, convertido en presidente, que había liderado los buenos tiempos. La inflación rozó el 10% en 2024, pero en julio estuvo a punto de romper el techo del 25%.
El bucle económico ha ahogado al país: sin dólares para importar combustible, falla la producción de alimentos y dificulta la importación de productos básicos y medicinas.
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