<p>El polémico relevo de los mandos militares en vísperas de las elecciones generales, que se celebran este domingo en Bolivia, han acrecentado los temores ante el cambio de era política en un país fracturado. La <strong>inminente derrota de la revolución indígena</strong>, tras <strong>dos décadas en el poder</strong>, ya mantenía a la sociedad boliviana a la expectativa, sorprendida ahora por una medida inesperada que les ha cogido sin esperarlo. «Hemos entrado por la puerta y vamos a salir por la puerta. Ese es nuestro compromiso con el pueblo boliviano», se defendió de las sospechas Roberto Ríos, ministro de Gobierno y mano derecha del presidente, Luis Arce.</p>
Se espera la derrota de la revolución indígena después de dos décadas en el poder, con Evo Morales en su guarida acusando a Luis Arce, su sucesor, de preparar un fraude
El polémico relevo de los mandos militares en vísperas de las elecciones generales, que se celebran este domingo en Bolivia, han acrecentado los temores ante el cambio de era política en un país fracturado. La inminente derrota de la revolución indígena, tras dos décadas en el poder, ya mantenía a la sociedad boliviana a la expectativa, sorprendida ahora por una medida inesperada que les ha cogido sin esperarlo. «Hemos entrado por la puerta y vamos a salir por la puerta. Ese es nuestro compromiso con el pueblo boliviano», se defendió de las sospechas Roberto Ríos, ministro de Gobierno y mano derecha del presidente, Luis Arce.
En Bolivia, las jornadas de reflexión previas a la apertura de las urnas se transformaron de esta forma en la misma tormenta que abate al país desde hace meses. Rayos y truenos que no cesan y que tienen en el Trópico de Cochabamba su principal epicentro. Protegido por sus huestes de radicales y de agentes cubanos y venezolanos, Evo Morales lanzó desde su guarida una grave acusación contra quien fuera su heredero político tras el «sorpresivo e imprevisto cambio del mando militar».
La primera tesis del ex presidente es que Arce prepara un fraude electoral, como ya hiciera él mismo en 2019 para mantenerse en el poder. La segunda teoría es que se trataría «de una posible renuncia del presidente por temor al descontrol interno con las fuerzas policiales, militares y la justicia del Estado».
El propio Morales advirtió hace días que la fuga de Arce, en dirección a Venezuela, se producirá en cuanto se confirme que los dos principales candidatos opositores, Samuel Doria y Jorge Tuco Quiroga, disputarán la segunda vuelta electoral en octubre. Los principales tribunales del país no han permitido a Evo participar de nuevo como candidato, pero el líder indígena ha pulverizado cualquier opción para Andrónico Rodríguez, quien en el pasado fuera su delfín, al reclamar a sus bases que apuesten por el voto nulo.
Evo no dudó en reclamar a la comunidad internacional para que se mantenga vigilante «ante posibles escenarios de descontrol institucional y abuso de poder».
La tensión es de tal calibre que el propio Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ha advertido a los jueces que deberán asumir un «rol protagónico, un papel más activo» si se confirman las informaciones que poseen sobre «personas que estarían dispuestas a entorpecer el desarrollo de las elecciones».
«Nuestra misión es el resguardo de las urnas para garantizar el proceso normal», intentó tranquilizar al país el contralmirante Gustavo Anibarro, nuevo comandante en jefe de las fuerzas militares.
«Señores militares, la responsabilidad de ustedes es con la patria y con los ciudadanos, no con el peor presidente de la historia de Bolivia», reaccionó Stello Cochamanidis, presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz. Fue precisamente este comité ciudadano, de mucho peso en el bastión opositor del país andino, quien denunció la semana pasada la presencia de tropas venezolanas en suelo boliviano. El Gobierno explicó más tarde que sólo habían llegado para participar en el desfile militar que celebraba el Bicentenario del Acta de la Independencia.
Militares bolivianos y el propio presidente Arce protagonizaron el año pasado un oscuro capítulo, todavía por esclarecer, que en un principio parecía un golpe de Estado. Desde la oposición, incluso Morales, se le dio la razón al supuesto general levantisco, Juan José Zúñiga, quien aseguró que se presentó con sus tanques frente a la casa presidencial porque así se lo había ordenado el primer mandatario para aumentar su popularidad.
Lo más rocambolesco de todo este asunto es que sobre Evo Morales pesa una orden de búsqueda y captura desde hace 10 meses por trata de personas. En sus tiempos presidenciales, el gran líder del Movimiento Al Socialismo (MAS), de capa caída ahora, embarazó a una niña de 15 años que le fue entregada por sus padres a cambio de prebendas políticas y económicas. Algo normal para el entonces presidente, que siempre se ha defendido con el lema de que si no hay víctima (la chica se convirtió en su pareja), no hay delito.
Parapetado en su cuartel general, la hipótesis de que el acceso de la oposición al gobierno provocaría finalmente su detención también disparó los rumores de su huida a La Habana o Caracas, el mismo destino que Evo proyecta para Arce. Y es que tanto Venezuela como Cuba mantienen estrechas alianzas con los ahora enemigos irreconciliables.
La mediación personal del propio Nicolás Maduro y de la delegación enviada a La Paz por el Grupo de Puebla, encabezada por el ex presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y la vicepresidente chavista, Delcy Rodríguez, fracasaron sin paliativos: no se alcanzó la tregua soñada. Todos los sondeos apuntan a que la revolución indígena, tan emblemática para el bloque izquierdista y populista de la Patria Grande, caerá en las urnas tras dos décadas de victorias.
Casi ocho millones de bolivianos también pueden elegir hoy a 130 diputados y 36 senadores.
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