Los talibán convierten el agua en un arma para expandir su influencia

<p>Los <strong>talibán</strong> han descubierto que el <strong>control del agua</strong> puede ser más eficaz que la guerra santa para consolidar y expandir su poder. La milicia ultrafundamentalista que, con el apoyo de <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/qatar.html» target=»_blank»>Qatar</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/pakistan.html» target=»_blank»>Pakistán</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/turquia.html» target=»_blank»>Turquía</a> y otros países, <strong>tomó el poder en Kabul</strong> hace exactamente cuatro años, ha copiado una estrategia de países como <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/china.html» target=»_blank»>China</a>, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/india.html» target=»_blank»>India</a> o <strong>Etiopía</strong> y ha convertido el agua en una eficaz herramienta de poder para expandir su influencia en <strong>Asia central</strong> e incluso <strong>cambiar la composición étnica</strong> de <a href=»https://www.elmundo.es/e/af/afganistan.html» target=»_blank»>Afganistán</a>, de modo que las tribus que le apoyan tengan más poder que las se oponen a su régimen. La estrategia está funcionando a costa de crear un cataclismo medioambiental irreversible en toda la región.</p>

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 Cuatro años después de volver al poder en Afganistán, crece su presión sobre los vecinos  

Los talibán han descubierto que el control del agua puede ser más eficaz que la guerra santa para consolidar y expandir su poder. La milicia ultrafundamentalista que, con el apoyo de Qatar, Pakistán, Turquía y otros países, tomó el poder en Kabul hace exactamente cuatro años, ha copiado una estrategia de países como China, India o Etiopía y ha convertido el agua en una eficaz herramienta de poder para expandir su influencia en Asia central e incluso cambiar la composición étnica de Afganistán, de modo que las tribus que le apoyan tengan más poder que las se oponen a su régimen. La estrategia está funcionando a costa de crear un cataclismo medioambiental irreversible en toda la región.

La clave de esa estrategia es el canal deQoshe Tepa (literalmente, Las dos colinas) cuya construcción fue iniciada por los talibán a principios de 2022, apenas seis meses después de que el Gobierno estadounidense de Joe Biden les permitiera entrar en Kabul sin resistencia.

El canal, que deberá ser terminado en 2028, tendrá una longitud de unos 300 kilómetros, de los que más de un tercio ya están excavados y en operación, y desvía al desierto del noroeste de Afganistán el agua del mayor río de Asia central, el Amu Darya, que forma la frontera entre ese país, Tayikistán, Uzbekistán, y Turkmenistán, antes de desembocar en el mar de Aral.

El mar de Aral fue hasta la década de los 60 el tercer mayor lago del mundo, con una extensión de unos 70.000 kilómetros cuadrados, casi tanto como Andalucía. Los proyectos de irrigación de la era soviética lo secaron, hasta el punto de que a principios de este siglo apenas tenía una superficie de 5.000 kilómetros, es decir, menos que Cantabria.

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El antiguo lago se convirtió en un paisaje fantasmagórico, con barcos pesqueros varados en la arena del desierto. El cataclismo fue tal que en 2014 el grupo de rock Pink Floyd grabó un videoclip en el mar de Aral, que hoy recibe el nombre de desierto de Aralkum, cuyas arenas salinas son dispersadas por los vientos ampliando la desertización en Asia central.

La desertización causada por la URSS va a ser empeorada de manera dramática por los talibán. Según el climatólogo y experto en cambio climático, uzbeko Erkin Abdulahatov, el canal de Qoshe Tepa podría estar ya desviando el 25% del agua del Amu Darya, que es la principal fuente de agua de lo que queda del antiguo lago interior. El objetivo teórico es irrigar 5.000 kilómetros cuadrados (más o menos, el equivalente de La Rioja) del desierto de Afganistán. Pero, por ahora, el agua se pierde. Es más: los talibán están realizando la obra sin ningún tipo de planificación. El canal, de 100 metros de largo y 8,5 de profundidad, está siendo excavado directamente en el desierto, sin ningún tipo de aislamiento entre el agua y el terreno circundante, lo que crea filtraciones masivas y un riesgo considerable de derrumbes del terreno.

Otra cuestión es quién está pagando esa obra faraónica en uno de los países más pobres del mundo al que, además, solo reconoce un país del mundo: Rusia. La opinión más extendida es que la financiación probablemente proceda de China, que tiene una creciente presencia en Afganistán debido a la riqueza mineral de ese país, y que ya ha recibido a varias misiones diplomáticas de ese grupo, al igual que Pakistán y los Emiratos Árabes Unidos.

Si los aspectos económicos de la construcción no están claros, los políticos son evidentes. «El canal va a cambiar la composición demográfica del noreste de Afganistán», explica a EL MUNDO,Ali Nazari, portavoz del Frente Nacional de Resistencia (NRF, según sus siglas en inglés), que es la principal organización de la oposición antitalibán. La clave es que en la región que va a irrigar, en la provincia de Faryab (justo limítrofe con la de Bagdhis, en la que estuvieron desplegados soldados españoles desde 2005 hasta 2013), está formada por comunidades que han sido históricamente hostiles a los talibán.

«En la región hay uzbekos, turkmenios, tayikos y árabes persianizados, aunque estos últimos en realidad no tienen ya ningún rasgo de identidad árabe», explica Nazari. Los talibán son, en su práctica totalidad, pastunes, que viven en el sur y el este de Afganistán. «El plan es abrir a la agricultura la región y llevar a pastunes», concluye el portavoz del NRF.

No es una estrategia nueva en Afganistán. En la década de 1880, el entonces rey de Afganistán, Abdul Rahman Jan (conocido popularmente como El Emir de hierro) creó un núcleo de población pastún en la ciudad de Kunduz. En 2001, tras el 11-S, cuando el norte de Afganistán se pasó rápidamente al lado de EEUU para combatir a los talibán, éstos se hicieron fuertes en Kunduz, que solo cayó tras un durísimo bombardeo de los estadounidenses y sus aliados británicos. En la batalla murió Numa Namangani, el líder del grupo ultrafundamentalista Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU, por sus siglas en inglés), al que apoyaban los talibán. EEUU solo logró la rendición de Kunduz cuando permitió que Pakistán evacuara a varios centenares de terroristas de ese país atrapados en la ciudad.

Así pues, la relación entre los pastunes y los talibán es total, aunque es algo que EEUU, debido a su relación con Pakistán, nunca ha querido reconocer. Trasladar a miembros de esa comunidad al norte del país -especialmente, cerca de la tercera ciudad más grande de Afganistán, Mazar-i-Sharif, en la que existe una importante minoría chií a la que los talibán no considera realmente musulmana – tiene un claro objetivo político. Los talibán están dirigidos desde la ciudad de Kandahar – la cuarta del país por población – por Hibatullah, un enigmático líder del que no existen fotos que representa a las tribus pastunes del sur del país. Las tribus del Este, dirigidas por la familia terrorista de los Haqqani (cuyo fundador fue un buen amigo del congresista estadounidense Charlie Wilson, a quien Tom Hanks llevó al cine en 2005 en la película La guerra de Charlie Wilson, que no tiene nada que ver con la realidad) han perdido todo el poder.

El canal de Qosh Tepa, así pues, va a mover agua, y también población. Y podría mover gobiernos. Una vez esté concluido, podría llegar a tomar un tercio de toda el agua que el Amu Darya lleva en su curso por Uzbekistán y Turkmenistán, dos países que en conjunto suman una población de 60 millones de personas en una superficie que es casi el doble de la de España y que dependen de ese río para sostener su agricultura.

No hay ningún acuerdo de reparto de aguas entre Afganistán y sus vecinos, de modo que el canal es una amenaza existencial para Tashkent y Ashgabat. En Uzbekistán y Turkmenistán los efectos ya se sienten: niveles anormalmente bajos en embalses, cambios en los patrones de cultivo, y preocupación creciente entre agricultores. Las autoridades de ambos países han mantenido un tono público moderado, pero en círculos diplomáticos la alarma es real porque, en el futuro, Kabul puede utilizar el canal para presionar a sus vecinos. Es una estrategia idéntica a la empleada por China con el Mekong y el Brahmaputra; India con los afluentes del Indo; o Etiopía con el Nilo Azul. Todos esos países han lanzado obras de ingeniería que pueden dejar sin agua a sus vecinos. Los talibán han seguido su ejemplo.

Desde el punto de vista medioambiental, el canal no solo agravará la catástrofe desencadenada por la Unión Soviética con la desecación del Mar de Aral, sino que incluso amenaza con destruir totalmente un modesto esfuerzo de recuperación de ese lago llevado a cabo por Kazajistán con financiación del Banco Mundial, que ha permitido recuperar una pequeña parte del Mar y reducir sus niveles de salinidad hasta el punto de que ha vuelto a ser habitado por peces. Asia Central vivirá así un desastre medioambiental más, y dará otro paso en lo que parece un camino inexorable rumbo a convertirse en un desierto.

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